
La encerrona cruel es una situación de dos lugares sin tercero de apelación - tercero de la ley - sólo…
La encerrona cruel es una situación de dos lugares sin tercero de apelación – tercero de la ley – sólo la víctima y el victimario.
La encerrona cruel es una situación de dos lugares sin tercero de apelación – tercero de la ley – sólo la víctima y el victimario.
Este tipo de encerronas se configuran cada vez que alguien, para dejar de sufrir o para cubrir sus necesidades básicas – de salud, alimento, trabajo – depende de alguien o algo que lo maltrata, sin que exista una terceridad que imponga la ley.
La crueldad siempre implica un dispositivo sociocultural. Y en esto hay una diferencia sustancial con la agresión, herencia del instinto de supervivencia. Pero la diferencia que tenemos con el resto de animales es que nos regimos por la pulsión,
como una suerte de mutación del instinto como efecto de la entrada – y creación – del humano en la cultura.
La palabra será el polo de la cultura como el instinto lo es de la natura. Entre ambos, la pulsión hace bisagra.
El cachorro humano va constituyendo su pulsionalidad a través de la ternura. No pensada sobre lo blando del amor, sino que es escenario donde el sujeto no sólo adquiere estado pulsional, sino su CONDICIÓN ÉTICA.
La ternura supone tres suministros básicos: el abrigo, el alimento y el BUEN TRATO. Especialmente ese trato que dona simbólicamente la madre hacia el niño.
Los niños que viven siniestros crean uno de los mayores riesgos a los que están sometidos: en ellos puede instaurarse una renegación cronificada, creándoles serios problemas afectos con la verdad, puesto que no saben a qué atenerse.
En estos sujetos de vera-crueldad que ejecutan la encerrona trágica, cada vez que algún saber o alguna cultura distinta amenazan conmover su precaria estructuración psíquica, el cruel despliega tres acciones: la exclusión de lo que considera distinto, el odio, y cuando puede, la eliminación lisa y llana no solo del saber contradictorio, sino de quien lo sostiene.
En cambio en la intimidación, quien legítimamente tiene algo que alertar, algo que denunciar, suele encontrarse con un desierto de oídos sordos, entonces es posible que su discurso se degrade al de un predicador que siempre dice lo mismo sin ninguna eficacia.
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